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La nueva carrera espacial: el acceso al espacio exterior y el rol de las empresas privadas

Escrito por Matías sansó | May 18, 2025 1:08:53 AM

 

En el mes de agosto la empresa SpaceX, liderada por Elon Musk, alcanzó un nuevo hito en la exploración espacial al lanzar la misión Polaris Dawn a bordo de un cohete Falcon 9. Desde el emblemático complejo de lanzamiento 39A en el Centro Espacial Kennedy de la NASA en Florida, la misión puso en órbita baja terrestre a una tripulación liderada por el comandante Jared Isaacman (empresario que financio el programa Polaris en conjunto con SpaceX), junto con los especialistas Scott Poteet, Sarah Gillis y Anna Menon. Esta misión no solo marcó un avance tecnológico significativo, sino que subrayó el creciente protagonismo de las empresas privadas en la exploración espacial.
Durante varios días en órbita, la tripulación alcanzó una altitud de 1,400 km, la más alta desde las misiones Apolo. Participó en la primera caminata espacial realizada por astronautas comerciales, utilizando trajes desarrollados por SpaceX realizada a una altitud de 732 km sobre la Tierra. Durante la misión, los astronautas llevaron a cabo más de 35 estudios científicos para mejorar la salud humana tanto en el espacio como en la Tierra, además de probar innovadoras comunicaciones por láser basadas en la red Starlink.
Este éxito refleja un cambio profundo en la exploración espacial, que hasta hace pocas décadas estaba dominada exclusivamente por agencias gubernamentales. SpaceX, junto con otras compañías como Blue Origin y Virgin Galactic, lidera una transformación que va más allá de los intereses comerciales inmediatos, abriendo nuevos caminos para el turismo espacial, la investigación y, eventualmente, la colonización de otros planetas.                                                                                                                                                                       Un poco de Historia                                                                                                                                            Hace apenas 67 años, la humanidad lanzó su primer satélite artificial, el Sputnik 1; hace casi 55 años, Neil Armstrong pisaba la Luna como parte del programa Apolo; y hace 42 años despegaba el Columbia, el primer transbordador espacial. Estos logros ocurrieron en el marco de la Guerra Fría, cuando la carrera espacial era una competencia política y militar entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Los programas espaciales se tradujeron en inversiones de miles de millones de dólares, y aunque ambos bloques tuvieron sus victorias en etapas particulares, esta competencia de alguna manera culmino al iniciarse la construcción de la Estación Espacial Internacional (EEI) a fines de los años noventa, donde Estados Unidos y Rusia participaron en su desarrollo y actual utilización. Con el inicio del siglo XXI, el gobierno de Estados Unidos comenzó a reformular su programa espacial, buscando reducir los costos y fomentar la participación del sector privado. El programa de Servicios de Transporte Comercial Orbital (COTS, por sus siglas en inglés) fue un paso fundamental para que empresas como SpaceX y Northrop Grumman pudieran proveer servicios de carga y transporte de tripulación a la EEI. En 2020, SpaceX recuperó para Estados Unidos la capacidad de enviar astronautas al espacio con la misión Demo-2, utilizando su nave Crew Dragon. Esto nos demuestra que entramos en una nueva carrera espacial, pero esta vez los actores no son solo gobiernos, sino también empresas privadas que están compitiendo y reescribiendo las reglas del acceso al espacio.
Hacia la privatización del espacio exterior
El auge de las empresas privadas en la exploración espacial ha generado tanto entusiasmo como preocupación. Por un lado, la inversión privada ha acelerado el desarrollo de tecnologías innovadoras y ha abierto la posibilidad de que el turismo espacial se convierta en una realidad en el corto plazo. Empresas como Blue Origin y Virgin Galactic ya están realizando vuelos suborbitales y orbitales comerciales, y se espera que en los próximos años estaciones espaciales privadas, como las iniciativas de Axiom Space y Vast, se conviertan en una extensión de la EEI o en plataformas independientes.
Por otro lado, la privatización del espacio plantea algunas cuestiones interesantes relacionadas con el area de la ética y la geopolítica. ¿Quién regulará las actividades comerciales en el espacio? ¿Qué sucederá si estas empresas deciden explotar los recursos espaciales sin tener en cuenta los intereses comunes de la humanidad? Las normas espaciales actuales, basadas en el Tratado del Espacio Exterior de 1967, fueron creadas en un contexto en el que solo los gobiernos podían participar en la exploración espacial, y no contemplan la creciente participación privada. Los nuevos desafíos incluyen la regulación de la minería espacial, la gestión del creciente número de satélites en órbita y la posibilidad de conflictos internacionales por la explotación de recursos en la Luna o Marte.
El otro gran jugador también avanza: China
Mientras Estados Unidos avanza hacia una mayor colaboración con el sector privado a través del programa Artemisa, que tiene como objetivo establecer una presencia humana permanente en la Luna y eventualmente en Marte, China ha emergido como un competidor clave. El país asiático ha desarrollado un programa espacial robusto, en el que confluyen intereses tanto del sector público como del privado, bajo la supervisión directa del Ejército Popular de Liberación.
Las misiones Chang'e, que estudian el lado oscuro de la Luna, y el reciente envío de muestras lunares a la Tierra demuestran el compromiso de China con la exploración espacial a largo plazo. Aunque el país mantiene una política más hermética que Occidente en cuanto a la divulgación de sus planes, es claro que tiene ambiciones de competir directamente con Estados Unidos en la nueva carrera espacial. El desarrollo de su propia estación espacial, la Tiangong, los planes ya en desarrollo para alunizar hacia el fin de esta década y la colaboración con Rusia en una futura base lunar internacional consolidan a China como un actor fundamental en este nuevo panorama.
El futuro de la exploración espacial
El Programa Artemisa de la NASA, que planea llevar nuevamente a seres humanos a la Luna para fines de esta década, está diseñado con una visión a largo plazo. El regreso a la Luna, acompañado por la construcción de la estación Gateway que orbitará nuestro satélite natural, no solo tiene fines científicos, sino también estratégicos. Las empresas privadas jugarán un papel esencial, con SpaceX proporcionando el módulo de aterrizaje para las primeras dos misiones, y Blue Origin desarrollando un alunizador para futuras expediciones.
Con el éxito de la cuarta prueba del cohete Starship, el más potente jamás construido, y el avance de tecnologías como las comunicaciones por láser y la impresión 3D en el espacio, nos encontramos cada vez más cerca del sueño de convertirnos en una especie interplanetaria. El deseo de colonizar Marte y más allá no es solo una ambición gubernamental; está impulsado también por las mentes más brillantes del mundo que trabajan incansablemente para que este sueño se convierta en realidad.
Sin embargo, con grandes logros vienen grandes responsabilidades. A medida que más actores se suman a la exploración del espacio, será crucial que las reglas que gobiernan este ámbito evolucionen para garantizar que la carrera hacia las estrellas sea justa y beneficie a toda la humanidad. La cooperación internacional, la ética y la responsabilidad compartida debería guiar los próximos pasos, sin embargo ¿se podrá ir por ese camino en un mundo cada vez más anárquico?